«La tecnología debe ser más que eficiencia y productividad: debe mejorar la vida de los trabajadores»

Por Luis Meyer

La inexorable digitalización de las empresas pone en el centro del debate la relación con sus empleados. Conversamos con José María Lassalle (Santander, 1966), director del Foro de Humanismo Tecnológico de Esade y profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Pontificia de Comillas, sobre los retos a los que se enfrenta un mercado laboral lleno de nuevos paradigmas, y de no pocas incógnitas.

«Cuidados y humanización» son dos conceptos que hoy están en el centro del relato empresarial. ¿A qué se refieren?

Tienen que ver fundamentalmente con el proceso de digitalización y con el hecho de que la tecnología, si no va más allá de parámetros de eficiencia y utilidad, acaba convirtiéndose en un elemento de deshumanización de la experiencia del trabajo. Cuando hablamos de cuidados hablamos de que la empresa sea un espacio para la realización personal, que tiene que ver con cómo te relacionas con la tecnología, a su papel en la relación con el trabajador.

Si estamos debatiendo hoy sobre la necesidad de promover un trato más humanizado del empleador respecto al empleado, ¿significa que debemos gestionar con tiento la llegada de la robótica, la inteligencia artificial y el teletrabajo?

Sí, porque la empresa, en su diseño casi postfordiano, ha seguido manteniendo una unidad de espacio físico que ha generado una cultura de interacciones que socializaban el trabajo. La irrupción de la tecnología puede agudizar la anonimización del trabajador. El problema que puede tener el teletrabajo, pero también la inteligencia artificial y la robótica en las oficinas, es que la alteridad ya no te la marca el otro, que habitualmente es el compañero, sino la máquina. Y la relación con la máquina será fría si no proviene de aspectos propios de la psicología humana.

«EL PROBLEMA QUE PUEDE TENER EL TELETRABAJO ES QUE LA ALTERIDAD YA NO TE LA MARCA EL OTRO, SINO LA MÁQUINA»

El teletrabajo, mal llevado a cabo, ¿puede llevar a esa deshumanización?

El teletrabajo puede ser una herramienta deshumanizadora porque te saca de un contexto de humanización colectiva, como era la oficina. Y eso hace que la empresa tenga que desplegar una nueva estrategia de cuidados, tiene que hacerse hospitalaria dentro de la desmaterialización que experimenta. Debe contribuir a que el teletrabajo se inserte en procesos de creatividad, pero no individualizada, sino colaborativa. Son experiencias nuevas pendientes de desarrollar no solo en un nuevo derecho del trabajo, sino en una nueva cultura empresarial. No hay que renunciar definitivamente a un espacio físico en el que puntualmente se pueda socializar con otros, para que esa experiencia no se limite a un ámbito de pantallas, algo que irrumpe de lleno en el ámbito de lo doméstico. Y plantea la urgencia de la desconexión; si no, desaparecería la necesaria línea entre el trabajo y la vida personal.

La implantación del teletrabajo puede facilitar la conciliación y la gestión del tiempo entre trabajo y vida personal, pero varias encuestas realizadas tras el confinamiento alumbraron que la mayoría de los empleados invirtieron más horas de las debidas. ¿Qué medidas deben tomarse para que no suponga la pérdida de ciertos derechos laborales?

Llevándolo a las leyes. El derecho a la desconexión está en la Carta de Derechos Digitales, que no tiene carácter normativo, pero habría que incorporarlo al Estatuto del Derecho de los Trabajadores. Esto no puede ser una cuestión que dependa solo de la cultura de la empresa.

El salario es una asignatura pendiente: en España se sitúa un 20,2% por debajo de la media de la Unión Europea. ¿Qué medidas debe adoptar una empresa para que sus trabajadores se sientan valorados, especialmente en este contexto digitalizador?

No hay que caer en el error de que la dinámica del trabajo digital haga que la complementariedad del empleado con una máquina sea mayor en favor de la segunda, porque eso hace que la productividad asignada a la persona sea menor. Solo si el ser humano complementa a la tecnología con más valor de la que esta aporta tendrá una mayor retribución.

¿Y cómo se consigue eso?

El trabajador debe ir saliendo de nichos muy especializados en los que el conocimiento era muy profesional y vertical para ir entrando en capas de conocimiento más generalistas, que complementen a la máquina y le den valor. Y eso implica una renovación del sistema educativo y el modelo universitario.

Según un estudio de Adecco Group, la tecnología reduce la jornada laboral de 1970 a una hora y media. Pero a día de hoy seguimos con una jornada de 40 horas semanales, que no se han cambiado desde 1919. ¿Estamos perdiendo la oportunidad de que la tecnología, además de mejorar la productividad de las empresas, mejore la calidad de vida de vida de sus trabajadores dándoles más tiempo para realizarse personalmente?

Es un debate necesario, porque nos permitiría desarrollar una nueva cultura del ocio que sería, en términos aristotélicos, una experiencia diferente al «no-trabajo». La diferencia entre el conocimiento y la mera técnica es la capacidad para comprender el conjunto de la realidad con toda su complejidad, que es la sabiduría digital a la que deberíamos ser capaces de evolucionar en el manejo del ecosistema tecnológico que estamos desarrollando. Y la cultura del ocio debería ser también la capacidad de desarrollar esa sabiduría que da el tener tiempo para uno mismo, que permite explorar nuevas experiencias. Hablo de rehumanización: hay una oportunidad para convertir la tecnología, bien entendida, en algo maravilloso que permita desdoblamientos y capacidades de crecimiento personal absolutamente insospechadas.

Un informe del Foro Económico Mundial pronostica que para 2025 las máquinas realizarán más tareas que los humanos, en comparación con el 71% que realizan las personas hoy en día. ¿Cómo se puede avanzar en la formación y cualificación de las personas trabajadoras para que sus competencias actuales se ajusten a las necesidades del trabajo del futuro?

Hay que modificar los patrones de comportamiento respecto al trabajo. Una reforma estructural que aborde tanto la educación como la formación posterior y las relaciones del trabajador con la empresa. El ser humano debe ir formándose en un trabajo cognitivo, y cada vez más creativo, que le dé un espacio para dar el salto del puro conocimiento a una sabiduría cenital, sobre todo el sistema. Eso supone un esfuerzo generacional, porque no solo hablamos de la formación de los más jóvenes, sino también de la gente mayor. Las dinámicas colaborativas descansan más en modelos de creatividad maduros que en modelos junior que, por ambición, competencia y dinámicas singularizadas cuestionan las dinámicas de cooperación. Es un esfuerzo de toda una sociedad.

«HAY UNA OPORTUNIDAD PARA QUE LA TECNOLOGÍA PERMITA CAPACIDADES DE CRECIMIENTO PERSONAL ABSOLUTAMENTE INSOSPECHADaS»

La inmobiliaria internacional eXp ha decidido crear su propio metaverso, eXp World, para comenzar a implantar en su plantilla un concepto de oficina virtual desde la que trabajar como si de un espacio real se tratara.

Eso puede agudizar la deshumanización, porque la inmersividad contribuye a que esa ruptura de perímetros entre el trabajo y la vida personal se diluya todavía más y dificulta la capacidad psicológica del trabajador para poner barreras. La inmersividad provoca que el inconsciente cognitivo se libere aún más y merma la capacidad del trabajador de poner mecanismos de control.

Volviendo a la gestión del tiempo de los trabajadores… En Bélgica se aplica, con éxito, la jornada laboral de 32 horas. ¿Crees que una reducción de horas es algo necesario para una mayor conciliación de la vida laboral y personal?

No debería haber una limitación per se. Pero esa reducción nunca será sostenible si no es igualitaria. Hay que garantizar que la paz social sea una cuestión fundamental de la convivencia. Estas medidas deben tomarse para garantizar la libertad de todos, no la de unos pocos.

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